Los subtes son espacios bastante impersonales, de paso, de espera, de escapatoria para algunos, de trabajo para otros...
Esta situación que voy a escribir me sucedió hace poco menos de un año, a mediados de primavera de 2007, una tarde de principio de octubre. Esas tardes de sol, pero aun así frescas, a medida que bajaba el sol. Junto con mi amiga estábamos yendo a un show, en el anden no había demasiada gente, y por suerte para nosotras el subte llegó enseguida
Justo en ese momento algo nos sorprendió, mientras el subte iba perdiendo velocidad y las ventanillas que dejaban ver la luz fuorecente blanca de los vagones, apareció una luz azul... no una luz sola, sino todo un vagón iluminado con luz azul. Y como era de esperarse subimos a él.
El viaje no era muy largo unas 6 estaciones, y comenzó tranquilo, con el movimiento clásico de péndulo que hacen las personas en el subte, durante el viaje no subió nadie al "vagón azul", Unas estaciones después de nuestra subida un joven entro desde el vagón continuo, con una guitarra en su estuche, y lo que parecía ser un bolso, se paró en medio de la gente y sin decir una sola palabra empezó a sacar cosas de su bolso, un micrófono, un pie, un pequeño amplificador, sacó su guitarra, la conectó, y sin decir palabra comenzó a cantar, la gente se miraba entre si, algunos tarareaban los temas que cantaban, pocos lo aplaudían, la gran mayoría permanecía indiferente, miraban por las ventanas, leían sus libros. El chico tocaba un tema tras otro, y la gente seguía sin prestarle atención, unos pocos se acercaban antes de bajarse y le dejaban una moneda en su estuche. Un par de estaciones antes de bajarnos, el joven dejó de tocar, agradeció a la gente, guardo su guitarra, su pie, su micrófono, su pequeño amplificador, y bajó del subte...
Cuando llego nuestro momento de bajar, no hablábamos de otra cosa más que del hombre cantando en el vagón azul.
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