ya no...
no así...
pero trae recuerdos....
S.O.S. Cultura
Gracias al desarrollo de las comunicaciones y a la globalización, que día a día achican el mundo e integran nuevas regiones para nutrirlas de sus productos y saquearlas de recursos, se ha producido un fenómeno poco perceptible a simple vista pero sumamente importante: la reducción de la cultura a un producto más de la mundialización.
Tras este fenómeno han aparecido posturas variadas y opuestas, que van desde quienes se encuentran a favor de la producción cultural, y la toman como el Mesías, enviado con el fin de salvar las distancias entre las diferentes razas; y quienes prefieren que la cultura no sea tomada como un simple producto, sino como una representación que permita el crecimiento y la nutrición de la sociedad, no ofreciéndole simplemente lo que ella quiere, sino lo que necesita, en el momento apropiado y con las características justas.
Así se abre el debate entre los “dueños del mundo” y los “eruditos”, ambos con posturas radicalmente opuestas, con fundamentos (algunas veces ilógicos) con una idea diferente de qué es y cómo hacer cultura. Para poder responder estas cuestiones se tomará en cuenta la postura de los autores Pierre Bourdieu, Vincent Tournier y Mario Vargas Llosa, en primera medida.
¿Hacia dónde vamos?
En el mundo de hoy, donde la comida rápida y la comunicación masiva reducen el tiempo y acortan distancias, y la producción en serie provee a todo ser humano de lo que necesita (y de lo que no) en el tiempo en que lo quiere, la cultura ha sufrido una indudable revalorización, que la ha transformado en un simple producto más.
Esta consecuencia del nacimiento de la llamada “producción cultural” puede simplemente ser un invento de los “eruditos”, para justificar la falta de interés presentada por el común denominador de hombre hacia lo que ellos entienden como cultura.
En realidad es imposible decir que las personas no presentan el menor interés hacia la cultura, desde el momento en que está no tiene gran posibilidad de difusión. ¿Cómo es posible emitir un juicio de tales características cuando los círculos de distribución de la cultura están siendo opacados por los cines “pochocleros” y la pelea cabeza a cabeza por el rating entre el “chimenterio bailable” y la “vida real” de jóvenes (¿comunes?) dentro de una casa pseudo-aislada del universo que la rodea?¿No sucederá entonces que en lugar de ser los “eruditos” quienes buscan “elitizar” la cultura, son los “señores productores”, quienes manejando la globalización a su antojo, buscan influir en los hábitos de consumo y así en las respuestas de cualquier índole de la sociedad mundial?
No sería muy difícil generar espacios para fomentar la cultura o como los llama Pierre Bourdieu , en su artículo Más ganancia, menos cultura , “universos sociales”, sin embargo estos universos (cinematecas que proyecten los clásicos, tertulias filosóficas, exposiciones de arte moderno, etc.) no pueden funcionar por si solos, por el simple hecho de ser impuestos, solo pueden erguirse dentro de un contexto social donde el desarrollo educacional esté en constante crecimiento, buscando así la superación, generación tras generación y no un estancamiento (por no decir involución) del desarrollo mental desde temprana edad.
Los defensores de la producción cultural, es decir quienes están a favor de tratar a la cultura como un producto salido de una simple cadena de producción, privándolo de toda autenticidad y demoliendo todo tipo de mensaje personal implícito, están absolutamente convencidos de que el fomento de la cultura desde los ámbitos gubernamentales no producen más que una simple idea nacionalista radicalizada. Tal como dice Mario Vargas Llosa en su artículo Razones contra la excepción cultural “Si un país quiere conservar su alma, y no convertirse en un zombie, debe preservar sus productos culturales de la aniquiladora globalización […] Estamos afirmando que la cultura y la libertad son incompatibles y que la única manera de garantizar a un país una vida cultural rica, autentica y de la que todos los ciudadanos participen es resucitando el despotismo ilustrado y practicando la más letal de las doctrinas para la libertad de un pueblo: el nacionalismo cultural”.
Llevar al punto del nacionalismo es transportar la idea de la cultura al ámbito de la política, y mejor dicho a un extremo político. Es un poco exagerado hablar de esta manera e incluso irrisorio, ya que en la práctica cotidiana nos damos cuenta de que es una gran mentira lo que Vargas Llosa busca “vender”. Si hablamos de excepción cultural no estamos hablando de preponderar las expresiones culturales nacionales, sino de generar una internacionalización de la cultura (lo que Bourdieu llama Internacional cultural) haciendo que esta sea patrimonio universal, más allá de la nacionalidad de sus autores. Para llevar esto a un caso real podemos citar al Festival Internacional de Cine Independiente que se realiza en Buenos Aire (BAFICI), el cual es organizado por el gobierno de la ciudad de Buenos Aires, pero, tal vez para la sorpresa de quienes están en contra de la excepción cultural, que reúne a los mejores directores de cine independiente del mundo, ¡No es algo muy “nacionalista” que digamos! Al igual que el Festival Internacional de Cine de San Sebastián, y tantos otros.
Por ultimo, y retomando la idea de la globalización como medio para entregar, como en bandeja de plata, a los sujetos todo cuanto deseen, Vincent Tournier , reivindicando esta postura comenta la capacidad que ha logrado desarrollar el cine norteamericano de encontrar y fusionar lo que el público quiere ver y de la manera en que buscan verlo . ¿A eso se lo puede llamar cultura?, ¿El fin de esta expresión cultural es ganar dinero, resignando ciertas temáticas, recurriendo a lo kitch, a lo trillado, a lo banal?, ¿El fin justifica los medios?
Pero más allá de esto, no es posible saber si realmente ese tipo de expresiones representan lo que las personas quieren, ya que al no haber una propuesta diferente al alcance de todos, no hay posibilidad de elección. Descontando por supuesto que por ser los “reyes del mercado” los señores globalizados pueden inferir en las decisiones de las sociedades sin ningún tapujo.
Seguimos en camino
La cultura nos permite ampliarnos, abrirnos a nuevas sensaciones y experiencias, el hecho de que se haya incluido a la cadena de producción no es más que el fiel reflejo de que día a día nos sumergimos más en la desesperación y en la necesidad de aislarnos del entorno en lugar de comprometernos con él.
La cultura nos permite redefinirnos como personas, como seres sociales, y con esto no quiero decir que nos interpretemos como miembros de una nación solamente, sino como miembros de una sociedad mundial, con una identidad cultural universal y a su vez propia. Si dejamos que la industrialización absorba las representaciones culturales más puras, como ser los libros, el cine de autor, la música, entonces estamos dejando que nos absorban a nosotros mismos, a nuestra individualidad pero a su vez a nuestra colectividad, a nosotros como sujetos únicos e irrepetibles, como obras de arte, y como miembros de un mundo, con un imperio interior que abarca mucho más de lo que simplemente la producción cultural nos permite ver.
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